Ruina. La inteligencia produce ruinas en el fútbol. Hubo un momento de la primera parte en que Pep Guardiola le pidió al equipo que iniciara el toque. Ese fue el instante mágico de un partido que al Barça se le murió enseguida. A partir de ese toque de atención del técnico vino el gol, pero la ilusión se quedó en ruina poco después, cuando a la inteligencia se le cruzó la rabia de los muchachos del portugués Mourinho. El partido se despeñó entonces como un castillo de naipes, porque el Barça no está familiarizado con situaciones en las que jugar no se opone a competir. Y el Inter compitió, como le gusta a su personalísimo entrenador, aunque no jugó casi nunca y el equipo azulgrana perdió los estribos en el combate que le plantearon los italianos.
El resultado.Harán mal los que consideran que este resultado marca para siempre la eliminatoria. Despreciar el poder de reacción del Barça, que no olvidemos que es el vigente campeón de Europa, forma parte de las tradiciones de los agoreros. En primer lugar, sería muy extraño, por no decir imposible, que este árbitro portugués, de malquerencia, pite otra vez el partido de vuelta del próximo miércoles en el Camp Nou. Sería muy raro que un árbitro fuera tan parcial, tan exageradamente interista. Y como eso no va a ocurrir, y hay también un Barça de la rabia, es probable que este resultado de Milán, del histórico San Siro, espolee otro resultado diametralmente opuesto en Barcelona.
Messi.Pero no hagamos futurismos. La realidad es que el fracaso de este Barça es también un síntoma inquietante, del que otros tomarán nota para inmediatos partidos: a Messi se le puede contrarrestar como también ocurrió en el derbi ante el Espanyol. Ese es también un lugar común. El mejor jugador del mundo es como la rabia del Barça (o del Inter, es verdad); se revolverá cuando menos se lo esperen los contrarios. Este partido no le salió a Messi. ¿O sí? Imaginen que aquellos disparos que protagonizó hubieran vencido al brasileño Julio César. Entonces estaríamos hablando de otro partido porque estaríamos hablando de otro resultado y la esperanza tendría color azulgrana.
Guardiola.Hubo un momento de gloria de Guardiola, que fue cuando el Barça recuperó la memoria. Duró poco tiempo, porque el equipo jugaba como si tuviera miedo del futuro. Tenía razón el conjunto azulgrana al padecer ese sentimiento. Enseguida vino un huracán que sumió a Guardiola y a los suyos bajo las cenizas de un porvenir que pone en cuestión las ilusiones con las que había ido a Milán.
El viaje. Fue un viaje duro, casi histórico, en autobús. El regreso a casa merece una reflexión melancólica y la reacción obliga a darle una lección a los agoreros. Este Barça puede perder, y puede perder esta apasionante eliminatoria de Champions League, pero la honra de Barcelona está a un paso de la vuelta.
El porvenir.Claro que este resultado negativo marca un punto de inflexión en esta época marcada por el éxito y la belleza. Uno es del Barça por estos fracasos. Si en la memoria del aficionado estuvieran sólo los triunfos sería imposible convivir con situaciones como las que se vivieron anoche. Al final del encuentro la decepción dominó el corazón barcelonista. Pero la guerra continúa. Esta competición siempre ofrece la revancha de la vuelta. Y en Barcelona jugarán los mismos equipos pero es seguro que arbitrará un colegiado distinto. Y el colegiado es hoy en día parte del fracaso, casi a la par que el Barça propiamente dicho.
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