Fede Peris
Los últimos acontecimientos acaecidos en el FC Barcelona refrendan la decisión de dejar el Barça que Luis Enrique lleva meses meditando. El técnico cuenta con el respaldo de la directiva, se siente respetado por los de arriba y también querido por la afición. Sin embargo, está perdiendo feeling con la plantilla a pasos agigantados. No ha querido pronunciarse públicamente sobre su futuro porque espera acontecimientos y un cambio radical en la actitud de sus jugadores, pero a medida que pasan los días se va reforzando en el técnico la idea de abandonar antes de que sea tarde.
Él se siente como en casa, feliz y agradecido de poder entrenar al equipo de sus amores. Alguna vez ha hablado de su trabajo como estar en Disneylandia. Y si de él dependiera, su trabajo en el Barça no tendría fin. Pero ve que poco a poco va perdiendo autoridad entre sus jugadores, entre quienes se discuten sus decisiones tácticas, sus fichajes y sus descartes. Ha tenido serios problemas con Leo Messi, con quien firmó en su momento una tregua que ambos han respetado hasta ahora. También mantuvo diferencias importantes con Neymar y ahora aborda un desafío frontal con Piqué, que va ganando poder en el vestuario y en el club, hasta el punto de cuestionar la política institucional de la directiva (partidaria de apoyar a Villar y asumir con buena cara los errores arbitrales) mientras él es más partidario de imponer la línea Gaspart, de saltar siempre que el club se vea perjudicado.
Piqué ya quiere ejercer de presidente (a lo Gaspart)
Luis Enrique, un hombre de empresa y de club, se alinea con Bartomeu y sus directivos y considera que es mejor callar. Pero Piqué los reta a todos. Censuró públicamente a Jordi Mestre, vicepresidente deportivo, por no responder echando fuego por la boca a la actuación del colegiado Iglesias Villanueva. Fue un gesto feo que no ha gustado a nadie. Ni a Bartomeu, ni a la junta ni al propio Luis Enrique. Incluso entre sus compañeros ha recibido Piqué reprimendas.
El otro suceso de las últimas horas ha sido
la decisión de Piqué, secundada con convencimiento por
Messi y Suárez, y arrastrando a
Iniesta sin tenerlo claro, de
menospreciar a la FIFA renunciando a la invitación para acudir a su gala. Piqué tenía coartada: "el miércoles hay partido de Copa ante el Athletic". Sin embargo, eso no era más que una excusa, una pantalla que ocultaba el verdadero motivo, que no es otro que el criterio adoptado por la FIFA para premiar a
Cristiano Ronaldo y a medio Real Madrid en su gala. Piqué decidió que así uña FIFA recibiría un escarmiento. Y tuvo que acudir Bartomeu a Zúrich pasando la escoba para disculpar a sus jugadores ante la FIFA y su
presidente Infantino.
A Luis Enrique no le ha hecho ninguna gracia que Piqué empiece a ejercer de presidente antes de tiempo. No sólo se le sube a las barbas al entrenador. También al presidente. El técnico ha intentado en los últimos meses convencer a Piqué para que se aleje de fricciones y confrontaciones, pero es superior a sus fuerzas y el central ha ido a la suya, sin calibrar las consecuencias de sus actos y sus palabras.
El problema es que Luis Enrique empieza a comprobar que Piqué arrastra a un grupo importante de la plantilla en el que no están representados todos los jugadores, pero sí muchos y significativos, y no está dispuesto a afrontar su trabajo como si se tratara de un engorro. Luis Enrique empieza a confirmar que ni siquiera en Disneylandia será feliz porque la tendencia en la relación con sus jugadores amenaza tormenta. Todo se ha juntado para acabar de convencer a Luis Enrique de que sus días en el club están contados. Algo parecido sucedió ya con Pep Guardiola. Los jugadores quieren a un Mourinho que les defienda desde el banquillo o desde los despachos. El problema es que el estilo Mourinho no es el del actual Barça. Al menos de momento. El zasca que le ha reservado a Piqué en la rueda de prensa de hoy, valorándole como profesional, pero no como persona, es el primer aviso que lanza en público Luis Enrique.