Joan Tubau
La cuestión es que Cristiano Ronaldo, que opta al título del Balón de Oro y de la Bota de Oro a base de penaltis y más penaltis, no hizo prácticamente nada en todo el clásico. A lo único que podía aspirar era a forzar un penalti. No dio más argumentos futbolísticos que éste. Buscar el penalti.
Y acostumbrado como está, a diferencia del Barça y de Neymar, a que le ayuden con un penalti cuando las cosas se le tuercen, el Real Madrid y Cristiano esperaban la ayudita de rigor en el Camp Nou. Faltaría más. Pero hizo tanto teatro el portugués cayendo después de chocar con Mascherano, que hizo dudar a Undiano, el árbitro que regaló al Real Madrid la final de Copa de 2011. Para pitar penalti hay que estar seguro, y Cristiano confundió al árbitro con sus volteretas antinaturales tras el contacto con Mascherano. Todos los días no es fiesta y Cristiano no puede pretender que de forma consecutiva le piten al Madrid un penalti a favor por una caída de Bale sin contacto, que expulsen a un jugador de la Juventus por una agresión que no existe y que vuelvan a pitarle un penalti en el Camp Nou.
Por eso, la actuación de Cristiano Ronaldo después de la jugada de Mascherano, llorando como un niño consentido y sacando fuera la rabieta que llevaba contenida, causó estupor, asombro y diversión entre los jugadores del FC Barcelona. Especialmente entre Busquets y Messi, que asistieron divertidos al recital del delantero más ayudado por los árbitros de la Liga, rebelándose ante lo que consideraba una injusticia. El que más injusticia ha recibido a su favor, montando el numerito porque no le han pitado un penalti. Ver para creer.
En un lance del partido Busquets le hizo un gesto a Cristiano llamándole "llorón". No hay que olvidar que en el último Portugal-España Cristiano intentó agredir, sin suerte, a Busquets. Al final del partido dijo: "si no le he alcanzado no ha sido por falta de ganas". Y Busquets no olvida. Messi, por su parte, se divirtió de lo lindo con las rabietas de niño del portugués. Es normal, en el vestuario del Barça conviven hombres y no niños consentidos. Por eso causó tanto asombro y diversión el comportamiento de un Cristiano Ronaldo que aspira a cumplir sus objetivos llorando y exigiendo penaltis para que le allanen el camino del Balón de Oro.
Neymar podría explicarle lo que se siente cuando jornada tras jornada los árbitros no reaccionan ante los continuos derribos que sufre en el área. Al menos Cristiano puede presumir de jugar en el equipo al que más penaltis a favor le señalan. Existan o no. Este año, el anterior, el anterior y el anterior. Es la historia de siempre.
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