El motivo es que el Atlético de Madrid, que ya había expresado su interés por Thiago Alcántara, no ha tirado la toalla todavía y está esperando a que el Barcelona mueva ficha en el fichaje de Cesc Fábregas para realizar su movimiento.
Con Cesc en el equipo, los colchoneros tienen como objetivo convencer al hijo de Mazinho para que muestre su fútbol en el Vicente Calderón.
Las consecuencias, como decíamos, tácticas y económicas. Tácticas porque Pep Guardiola cuenta con los dos para la próxima campaña y su marcha podría dar algún que otro quebradero de cabeza para buscar a otro centrocampista.
Las económicas vienen porque el joven canterano acaba de renovar con el FC Barcelona hasta 2016 y su cláusula ha aumentado de 10 a 90 millones de euros, lo que provocaría un gran esfuerzo por parte del equipo rojiblanco y un alto ingreso en las arcas del Barça.
Es una carambola difícil de producirse, pero no improbable. El técnico del Atlético, Gregorio Manzano, ha estado siempre muy interesado en él, ya que encajaría a la perfección en el sistema 4-3-3 que quiere construir y vería con muy buenos ojos su llegada al equipo rojiblanco.
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