Pedro Riaño
"Cuanto peor, mejor". Era el lema de Joan Laporta y sus correligionarios cuando el Barça de Joan Gaspart se dirigía al abismo. Aquel Barça tocó fondo y Laporta se aprovechó de la coyuntura para ascender al reino de los cielos, del que fue expulsado por sus excesos pecaminosos. Ahora estamos igual. Cuanto peor, mejor. El entorno del autodenominado "bacó" está en pie de guerra, apuntando a los objetivos marcados. A Rosell ya no hace falta dispararle. Se ha suicidado él solito. Pero los que quedan molestan y hay que eliminarlos.
Cierto que los medios están anestesiados con el poder. Con el de ahora, con el de ayer y con el de antes de ayer. Pero las nuevas tecnologías permiten propagar discursos que, lejos de sintonizar con el poder, lo cuestionan abiertamente. La campaña contra Rosell, desde el propio barcelonismo, se inició en el mismo momento en que tomó posesión como el presidente más votado de la historia del club. Y los mismísimos Johan Cruyff y Pep Guardiola han aceptado tomar parte como peones de lujo en una caída que ha sido desencadenada por un socio del club. No hay que buscar turbias maniobras ni de Florentino Pérez, ni de Mariano Rajoy ni del resucitado caudillo de las Españas. El Barça no los necesita para lastimarse. Se sabe autodestruir solo.
Otra cosa es que en Madrid no asistan divertidos al espectáculo que ofrece el FC Barcelona y todas sus facciones. Los despachos del club están manchados de vergüenza por la mentira en el fichaje de Neymar, pero quedaba la reserva espiritual del equipo. La plantilla sostenía a la directiva y mantenía a flote al club con su juego y sus resultados gracias a un extraño embrujo de un técnico que no cae bien a muchos simplemente porque se le considera un "okupa".
Un "okupa" como lo fueron Bobby Robson y Louis Van Gaal por sentarse en un banquillo que para algunos sectores ruidosos era propiedad exclusiva de Johan Cruyff. Fuera quien fuera su sustituto, era un "okupa". Si era buena persona, como Robson, por ser demasiado bueno. Y si era duro y agresivo, como Van Gaal, por excederse en su disciplina. A Robson y Van Gaal les hicieron la vida imposible, como se la habrían hecho a San Pedro bendito si llega a aterrizar por ahí. El problema no eran ellos. El problema era el ausente. El Barça vivió un periodo de inestabilidad que no concluyó hasta que Cruyff volvió a entrar en el Barça para mandar y para recibir subvenciones en su fundación. Él bendijo a Rijkaard y Guardiola y la respuesta fue "amén", "te alabamos, señor". Paz y tranquilidad institucional. Con victorias o con derrotas. Con autocomplacencia, con desmadres o sin ellos. Especialmente en la época de Guardiola en el banquillo, con el "Padre" Cruyff acogiéndole bajo su manto protector, el Barça vivió una época de éxitos y sobre todo de paz social.
Pero cambió el presidente, Johan Cruyff se fue del Barça y con él Pep Guardiola. Y hemos vuelto al "déjâ vu" de la época de Gaspart. "Cuanto peor mejor". El adiós de Guardiola fue amortiguado de forma inteligente por Rosell sentando en su silla a Tito Vilanova. Nadie, ni el fundamentalismo cruyffista y guardiolista más radical, podría cuestionar a Tito. Y más aún por el inconveniente de una salud que le obligó a apartarse del equipo sin bajar el listón del juego y las victorias. Con Tito no se atrevían. Pero la llegada de Martino ha abierto la veda. Martino sí que es un auténtico "okupa". Este no ha mamado los principios fundamentales del "Maestro" Johan Cruyff, que da la sensación de que ha inventado el fútbol. Martino no es un privilegiado, no está bendecido por el Padre del Hijo más glorioso. Ni por el Hijo. Ni ellos ni sus mariachis de la pluma le aceptan en el reino celestial reservado a Cruyff y Guardiola. Y se ha iniciado ya el pim-pam-pum contra él. Martino es el nuevo Robson, el nuevo Van Gaal. No es de los nuestros y sobra.
Los nostálgicos del pasado que dan vida al cruyffismo apuestan por Óscar García para el banquillo del Camp Nou. No tiene más mérito que disponer del visto bueno del "Maestro". Y eso es suficiente, Ahora se trata de cargarse a Martino por la vía rápida por distanciarse de lo que el barcelonismo quiere. Y el barcelonismo quiere lo que le digan los voceros ruidosos de Cruyff y Guardiola...y Joan Laporta, que asiste encantado al "cuanto peor, mejor".
Y Martino tiene la culpa de que Puyol, el que aguantaba la defensa con Guardiola, ya no dé para más que para ser el suplente del suplente. Y de que Xavi, que juega un partido sí y otro no porque el físico no le responde, siga cobrando como un crack que lo juega todo. Y de que Iniesta ya no sea el de antes. Martino se dejaría cortar una mano para que este equipo jugara igual que como lo hacía con Guardiola, pero el reloj biológico pasa para todos y no le queda más remedio que buscar variantes. Lo mismo que está haciendo el propio Guardiola fichando a un "nueve-tanque" para su Bayern. Pero a él no le dejan porque contratar a un "nueve-tanque" significaría tanto como traicionar a quien precisamente apuesta por ello a miles de kilómetros. Se vació en el Barça, pero va con el depósito lleno en el Bayern.
Martino se equivocó en Anoeta. En la alineación, en el planteamiento y en los cambios. Y lo ha admitido. A diferencia de los que han inventado el fútbol, él sí reconoce que se puede equivocar. Y a por él van. Tienen prisa por volver a disfrutar del poder y, para acelerar el retorno, nada mejor que disparar contra la línea de flotación que simboliza Martino. Muerto Martino, el barco se hundirá, la situación se hará insostenible y no quedará más remedio que convocar elecciones para volver al poder y restaurar el régimen de los espías, las comilonas, los enchufados, las señoritas, las cláusulas de confidencialidad, las comisiones y los déficits.
El madridismo vivía hasta hace sólo unos meses unido en torno a su mesías Mourinho. Les dejó plantados y ahora todos reman en la misma dirección que marca su sustituto. Nadie espera ni desea el fracaso de Ancelotti para que vuelva Mourinho. A muerte con Ancelotti. Eso, en el Barça, es imposible. Y es hora de copiar lo que de bueno tenga el Real Madrid. Para una buena parte del entorno mediático que pretende influir, del Real Madrid sólo interesa su concepto de que cualquier tiempo pasado fue mejor. Y si los blancos viven del recuerdo de sus casposas seis primeras Copas de Europa conseguidas bajo sospecha, en el Barça hay que vivir del recuerdo del Dream Team y del Pep Team. Eso es precisamente lo que no hay que copiar del Real Madrid.
Y así le va al Barça, un club en el que sólo se puede conseguir la unidad cuando los que no aceptan a los demás están en el poder.
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