Apenas personalidades relevantes acudieron a la final, lo que denota el desinterés general por estas competiciones. La guinda final la puso la RFEF cuando entregó el trofeo a las campeonas, en este caso las jugadoras del Espanyol, y es que los responsables del trofeo ni siquiera le habían cambiado la placa a la copa que el año pasado le dieron al FC Barcelona.
Las futbolistas tuvieron que escribir en un esparadrapo el nombre del campeón y ponerlo sobre la inscripción en la que figuraba "FC Barcelona - Temporada 2010-11". Lamentable la Federación, que debería tener algo más de cuidado con estos pequeños detalles que no hacen más que desprestigiar estas competiciones menos populares.