Mestalla también coreó el apellido Messi. Una cosa es que 50 personas le recuerden a Cristiano Ronaldo la existencia de Messi a su llegada a un aeropuerto o a un hotel. Otra, que un estadio en el que el Barça es un rival irreconciliable se coree el nombre de un jugador del Barcelona como respuesta a las continuas provocaciones de Cristiano Ronaldo, que tiene la rara virtud de caer mal al pùblico de Valencia y a todos los públicos. Fue muy sintomático que el público valenciano se acordara de un jugador, Leo Messi, que le ha dado muchos disgutos a su equipo.
En Mestalla se vivió también la venganza de la cantera madridista contra Mourinho. El desprecio absoluto que Mourinho manifiesta hacia la cantera ha obtenido respuesta en Soldado, que logró dos goles e incluso pudo haber obtenido un hat trick si el árbitro se hubiera equivocado en contra del Madrid en el tercer tanto que anotó. En realidad contra quien se equivocó el árbitro, qué casualidad, fue contra el Valencia. En la última jugada del partido Higuaín, desde el suelo, desvió con el brazo un balón que iba a puerta y el colegiado no quiso verlo, no fuera a ser que se enfadara Mourinho. Ese mismo árbitro ya había permitido que Marcelo siguiera en el campo después de tocar el balón con la mano. Habría sido su segunda tarjeta amarilla y, por tanto, habría significado su expulsión. Pero no quiso verlo. Por la misma acción, dos horas antes le enseñó Undiano la tarjeta amarilla a Piqué. Son las dos varas de medir de los árbitros españoles. Una para que gane el Madrid y otra para perjudicar a sus rivales.
El Madrid, pues, salió vivo de Valencia y demostró que de la misma manera que no sabe perder -a las pruebas de sus derrotas ante el Barcelona hay que remitirse-, tampoco sabe ganar. Los gestos y provocaciones de Mourinho, Cristiano Ronaldo, Sergio Ramos, Pepe y Marcelo dicen muy poco de la deportividad y fair play de un equipo que históricamente ha demostrado saber ganar. Quizá sea la falta de costumbre en los tres últimos años, ricos en derrotas y pobres en victorias. Pero ya a nadie debe sorprender ver a Mourinho en actitudes ridículas (subido a caballito sobre Callejón), un numerito en la línea de la patética actitud mostrada en el Camp Nou cuando después de perder con el Barça fue a pelearse con los aspersores del césped.
Ya lo ha admitido el ventrilocuo de Mourinho al final del partido -al entrenador titular le debió dar vergüenza salir a dar la cara ante la prensa-: "este Madrid puede ganar los partidos de cualquier manera". Se supone que dentro de "cualquier manera" entra echando mano del "juego del árbitro". Dijo el ventrílocuo que no le ha dado vergüenza ganar así. No podía esperarse otra cosa. Para echar mano de la vergüenza es preciso tenerla. Y estos tipos sólo la tienen para llorar y quejarse cuando el resultado les es contrario.
Si Mourinho entrenara al Barcelona seguramente hoy diría: "a mí me daría vergüenza ganar como lo ha hecho el Real Madrid en Valencia".
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