La vara de medir de Mateu Lahoz, el árbitro que le gusta a Jose Mourinho, quedó bien clara anoche en La Rosaleda. Persiguió al Barcelona desde el primer minuto de partido. No quiso ver clarísimos penaltis en el área del Málaga a Pedro, Iniesta y Cesc. Su famoso "laissez faire" permitió al Málaga emplear el juego sucio hasta el punto de que Iturra llegó al minuto 20 con tres entradas de expulsión y acabó el partido tranquilamente. El dejar jugar se tradujo en 21 faltas sancionadas con 3 tarjetas para el Málaga.
En cambio, al Barça no le perdonó una. Los jugadores barcelonistas jugaron con su habitual deportividad, sólo hicieron ocho faltas. Pero vieron el mismo número de tarjetas que los malaguistas, tres. En el caso del Barça, Mateu no estuvo a la altura de su fama y, lejos de dejar jugar, buscó en todo momento la oportunidad para penalizar su juego.
Otro arbitraje claramente perjudicial, muy sibilino, que no logró su objetivo: apear al Barça de la competición y evitarle al Real Madrid el riesgo de quedar fuera de la Copa después de dar la Liga por perdida.
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