Se informó desde el club que Guardiola iba a seguir un año más, pero el presidente no estaba. Por tanto, la foto de la firma deberá esperar. Poco más se sabrá de forma oficial porque una cláusula de confidencialidad impuesta por Guardiola le impedirá a Rosell ejercer la transparencia que prometió durante la campaña electoral. No se trata de escampar a los cuatro vientos los ingresos de Pep, sino de informar al socio acerca de cuánto le va a costar ese staff tecnico compuesto por una veintena de personas que han renovado junto a Pep. Nadie va a cuestionar la cifra porque es un dinero bien gastado y el barcelonismo sin excepciones lo da por bueno, pero no estaría de más que, en un ejercicio de transparencia y de higiene democrática, el Barça se abriera de una vez a sus auténticos propietarios y dejase de ser un coto cerrado sobrado de puntos oscuros.
A principios de temporada, cuando la directiva mostró a los medios afines la Due Dilligence al completo, se supo que alguien estaba dispuesto a hacer uso de la información que allí se recogía. Fue entonces cuando trascendió que existía una claúsula de penalización por la cual Guardiola percibiría un importantísimo plus en su ficha si desde la directiva se llegaba a filtrar el montante de sus ingresos. Una cláusula, por cierto, que define claramente el grado de confianza que el entrenador tiene en esta directiva.
Están en su derecho de esconderse detrás de cláusulas de confidencialidad, como hacía Laporta cuando le daba vergüenza admitir algo -como su fracaso con el patrocinador chino-, pero el hecho de que el asunto se rodee de tanto secretismo da pie a pensar que algo se esconde en esta negociación. No se entiende que Pep exija la renovación de sus jugadores clave y él mantenga el suspense en torno a su futuro. De hecho, el año que viene por estas fechas estaremos en las mismas. ¿Seguirá Pep? ¿No seguirá? Y escucharemos a los jugadores, preocupados, pedirle a su técnico públicamente que siga. No es ésta la mejor manera de dotar de estabilidad al club. Queda claro que la renovación no ha llegado de forma natural, se ha tenido que negociar, y mucho, durante demasiado tiempo. Y no siempre por Pep, sino por su equipo. Porque con él viajan veinte más. Y a todos se les ha mejorado la ficha.
La imagen que queda es la de un club en manos de su entrenador. Ha renovado por un año porque así lo ha querido él. Si hubiera exigido diez, le habrían firmado diez. Y si hubiera impuesto dos meses, se lo habrían firmado igual. El poder de decisión ha pasado de los despachos al banquillo. El hecho de que Rosell no haya conseguido el feeling necesario para firmar lo que prometió, "los seis años de mi mandato, con Guardiola de entrenador", evidencia una clara desconfianza del entrenador hacia la junta. Si se sintiera plenamente identificado con los que mandan ahora, no le habría importado firmar por los seis años que reclamaba Rosell, dejando abierta la puerta a una hipotética salida en caso de producirse cualquier situación excepcional. Pero no ha querido hacerlo. Eso habría significado un éxito de Rosell. Renovando de año en año, Guardiola se apunta el tanto. Incluso puede elegir la fecha del anuncio. Esperando, por ejemplo, a un paréntesis de las selecciones para darle a la noticia el realce que merece.
Por otra parte, es un secreto a voces que quien ha llevado la voz cantante en la negociación ha sido Pep a través de su agente, Josep Maria Orovitg, y que la directiva se ha limitado a rezar para que el técnico acepte seguir. Hace tres semanas Orovitg anunciaba públicamente que le habían llegado seis ofertas por Pep. Sonaba a amenaza, a arma negociadora para acabar de apretar las clavijas en todas las cláusulas y condiciones de esta negociación. "Yo nunca dejaré tirado al Barça" dijo Pep recientemente. Hablaba en futuro, porque sabe que no puede emplear el tiempo verbal en pasado después de la faena que le hizo a Joan Gaspart en su época de jugador dejándole tirado para echarse en brazos del "atractivo" proyecto del Brescia italiano.
De la anterior renovación de Pep trascendió que exigió cobrar un euro más que Mourinho. Según Marca, Pep cobrará por esta temporada 7,5 millones más una serie de variables por objetivos. La próxima temporada estará, pues, en diez millones y se convertirá en el número dos del ranking de nóminas blaugrana sólo por detrás de Leo Messi. También Tito Vilanova, su segundo, sale muy bien librado de una farragosa negociación que le convierte en el tercer entrenador mejor pagado de España, detrás del propio Pep y de Jose Mourinho.
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