Una característica muy común en los Real Sociedad – FC Barcelona y viceversa es la intensidad de los jugadores de ambos equipos en estos enfrentamientos, incluso pasando el límite de lo legal para convertirse en violencia. Dentro y fuera del campo.
Para muestra, ambos conjuntos se han enfrentado 128 ocasiones en la competición regular y esos duelos han terminado con un balance de 219 cartulinas amarillas (106 para el Barça y 113 para la Real) y 20 expulsiones (12 para los blaugrana y 8 para los txuri urdin).
De hecho, las primeras expulsiones registradas en los partidos entre ambos equipos datan de la temporada 1941-42, en el partido de Liga disputado en el estadio de Atocha, y que terminó con Simón L. (Real Sociedad), Balmanya y Martín A. (los dos del Barcelona) en la caseta antes de tiempo.
Por jugadores, Migueli es el futbolista azulgrana que más cartulinas ha visto ante la Real (4 amarillas y 1 roja), mientras que para los donostiarras encabezan esta lista Gajate (7 amarillas) y Loren J. (6 amarillas y 1 roja).
Pero esa violencia sobre el terreno también se ha palpado entre las aficiones y hoy, desde madrid-barcelona.com, queremos recordar un desagradable pasaje ocurrido en la temporada 1978-79. El Barça visitó Atocha en partido correspondiente a la jornada 15 de aquella campaña. Tal y como cuentan las crónicas "el Barcelona fue recibido con pitos y se escucharon gritos de <<¡indios fuera, indios fuera!>>, dirigidos hacia Heredia y Zuviría". Por cierto, Heredia terminó en la calle en ese partido por decisión del colegiado, Ausocúa Sanz.
Juan Carlos Heredia nació en Córdoba (Argentina), el 1 de mayo de 1952. Disputó seis temporadas en el FC Barcelona en las que ganó una Copa del Rey (1976) y una Recopa de Europa (1978-79). Por su parte, Rafael Zuviría nació en Santa Fe (Argentina), el 10 de enero de 1951 y llegó a disputar 97 partidos con la camiseta azulgrana en los que ganó dos Copas del Rey (1978, 1981) y dos Recopas de Europa (1979, 1982). Dos argentinos que sufrieron los primeros insultos, los que hoy podemos comparar, salvando las distancias, con los gritos simiescos de los campos de fútbol.