Joan Laporta lideró la oposición vecinal en Les Corts contra el proyecto inmobiliario de Josep Lluís Núñez en el año 2.000 hasta conseguir paralizarlo. Y luego, como presidente del FC Barcelona, aportó su propio legado faraónico basado en la carta mediática Foster para el Camp Nou, en el derribo del Miniestadi y en la construcción de pisos, muchos pisos, despreciando el clamor popular de los vecinos afectados. Todo por las plusvalías. Tampoco contaba con el beneplácito de los políticos, pero a éstos los supo embaucar convenientemente para obtener su bendición. Laporta pretendió hipotecar a los futuros gestores del club con una pesadísima mochila adoptando unilateralmente decisiones que traspasaban los límites de su mandato y coartaban la capacidad de maniobra de sus sucesores. Si no se le ocurría consultar con los dueños del club la idoneidad de su megaproyecto, mucho menos lo iba a hacer con los candidatos a sucederle.
Remodelación y no ampliación
Ante la oposición vecinal a la ampliación del Camp Nou, Joan Laporta intentó camuflar su pelotazo inmobiliario en el Miniestadi y su intención de ganar más plazas en el Camp Nou utilizando los términos “remodelación” y “modernización”, que no “ampliación”. El 15 de abril de 2005 la Agencia EFE informaba de que “el Barça proyecta ampliar el Camp Nou en 20.000 plazas (…) Todo queda supeditado a que el club pueda sacar rendimiento a los terrenos adyacentes al Miniestadi. Si obtiene el permiso del ayuntamiento para construir en esos 60.000 metros cuadrados, conseguiría unos 120 millones de euros”. Una cifra tres veces inferior al coste total del proyecto.
Laporta recurrió en este asunto, como en tantos otros, a la política de hechos consumados: sin encomendarse a nadie organizó un concurso y decidió un ganador –el que más le convenía- convencido como estaba de que nadie se atrevería a llevarle la contraria. Cometió un nuevo error de cálculo. Ni los vecinos ni la clase política se mostraron dispuestos a tapar sus agujeros económicos asumiendo irregularidades urbanísticas. El rechazo ciudadano a él le daba igual, pero la aprobación política resultaba imprescindible para llevar adelante un proyecto al que le dedicó cuatro años de su mandato.
Soriano miente
El 20 de octubre de 2006 El Periódico desvelaba que “Hereu pide al Barça que concrete la reforma del entorno del Camp Nou (…) El alcalde expresa su conformidad con la idea, pero con mayor consenso y menos prisas (…) Exige en un su primera reunión con la directiva un proyecto más elaborado y un plan de movilidad (…) Los terrenos del Miniestadi exigen modificar el Plan General Metropolitano para convertir unos terrenos que son ahora de equipamientos en zona edificable (…) El club pretende costear la remodelación del Camp Nou y la construcción del nuevo pabellón con lo que obtenga de la operación inmobiliaria (terrenos Miniestadi). Según Lleonard Ramírez, representante de los vecinos de Les Corts, “no se puede aumentar la capacidad del Camp Nou sin ampliar un 20% las aceras de las calles próximas y elaborar un plan de viabilidad que impida que el tráfico de la zona se sature todavía más”. Y Ferran Soriano explicaba en Catalunya Ràdio que “ampliaríamos la capacidad del Camp Nou en 15.000 localidades, se cubriría una parte del estadio y se mejoraría la funcionalidad. Estamos en la fase preliminar, pero las obras podrían empezar a finales del año que viene”. Como en el tema del sponsor o el de la inauguración de la Ciutat Esportiva, la especialidad de Soriano no era precisamente acertar en las fechas. Las obras, por supuesto, no empezaron ni a finales de 2007 ni nunca. El vicepresidente era un fenómeno vendiendo humo. El propio alcalde Hereu se encargaría de desmentirle ocho días más tarde en Mundo Deportivo: “La cosa no está avanzada, está en una primera fase, en fase de borrador a la espera del consenso necesario con los vecinos, instituciones y Universitat de Barcelona”.
Políticos , hijas de directivos, elefants…
El 26 de octubre de 2006, Enric Bañeres razonaba en la contraportada de Mundo Deportivo que “ahora hay prisa por venderse la zona del Miniestadi, algo muy distinto al Plan Barça 2000 que tantos disgustos le costó a Josep Lluís Núñez y que no preveía la venta ni de un palmo cuadrado. Que toda la zona del Mini tenía que ser reurbanizada algún día era obvio. Pero la saña con que fue combatido el proyecto nuñista por el Elefant Blau y formaciones políticas hace sospechar ahora que más que defender a los vecinos y al club, lo que hubo fue una maniobra de “quítate tú que me pongo yo”. La entonces teniente de alcalde de l'Hospitalet, Meritxell Borràs, hija del prohombre del antinuñismo Jacint Borràs, es ahora la número cuatro en las listas por Barcelona de CiU. Ella lideró el movimiento contra el proyecto del Barça y evitó que se hicieran en Can Rigalt una segunda masía y campos de fútbol. Ahora allí se harán pisos. Y, el entonces concejal del PSC, Jordi Hereu, frente a quien el candidato convergente a la alcaldía, Joaquim Molins, convirtió el Plan Barça 2000 en azote electoral, ahora es el alcalde de Barcelona al que Laporta apremia para tirar adelante un proyecto que tanto combatió”.
Ahora le preocupaban los discapacitados
La cuestión es que aunque el 19 de octubre de 2006 Laporta, Soriano y Franquesa se reunieron con el alcalde para avanzar en el proyecto, éste pospuso cualquier progreso al 27 de mayo de 2007, fecha de las elecciones municipales en las que Hereu saldría reelegido gobernando en minoría con Iniciativa per Catalunya. Las prisas de Laporta, ansioso por cerrar su gran negocio antes de abandonar el cargo, chocaban frontalmente con el calendario político. Eso le obligó a cambiar su estrategia: "El objetivo no es una ampliación, sino la remodelación y modernización del Camp Nou. Queremos mejorar la accesibilidad de personas con problemas de movilidad". Ahora introducía un nuevo argumento, el de mejorar la mobilidad, algo que ya prometió en las elecciones de 2003 y que no cumplió jamás. Cualquier argumento era bueno si le servía para salirse con la suya.
“El Barça actúa más allá de la ley”
El 21 de noviembre de 2006 podía leerse en El País: “El Barça desea ampliar el estadio y demoler el Miniestadi para construir pisos y un hotel”. La información hablaba de ampliar el aforo en 20.000 plazas y construir un Palau nuevo. Y añadía Angels Piñol: “Ni siquiera la concejal del distrito, Montserrat Sánchez, ha sido informada por el club". “El Barça casi siempre actúa así”, comentaron fuentes municipales, “como si estuviera más allá de la ley (…) El proyecto es menos faraónico, aunque supone más modificaciones del Plan General Metropolitano que el de Núñez”. El 19 de enero de 2007 Marc Ingla justificaba en Mundo Deportivo esa obsesión de la directiva por acometer obras en un estadio que rara vez se llenaba: “Es una instalación con casi 50 años, es nuestro icono, pero tiene que ser modernizado. El entorno del estadio ha quedado obsoleto. Hay instalaciones que ya no se utilizan porque ahora hay una ciudad deportiva”. Es decir, que el “bunyol” de la Ciutat Esportiva serviría además como argumento para justificar lo que para muchos tenía que ser “el gran pelotazo de Laporta”. Además, el descenso del Barça B a Tercera aportaba más argumentos: ¿para qué servía el Miniestadi en Tercera? Fue un descenso muy oportuno. Quizá ésta era la explicación al interersado desinterés mostrado por el responsable del fútbol base, Albert Perrín, por su parcela.
En el nombre del pueblo
Y el 22 de enero de 2007 asistíamos en Els Matins de TV3 al alumbramiento de un nuevo concepto en la jerga presidencial. Estábamos ante “un proyecto de ciudad”. Ya no era un capricho particular. Ahora era la ciudad la que precisaba la reforma urbanística. Joan Laporta ya no velaba solamente por el interés de los barcelonistas, a quienes, por cierto, no les consultó nada. Ahora actuaba en nombre de los ciudadanos buscando unilateral y desinteresadamente lo mejor para Barcelona. Decía entonces: "Es un proyecto de ciudad que el Barça necesita y por el cual todos nos hemos de volcar con toda la ilusión del mundo”. Palabra de Laporta. Él esperaba un amén incondicional como respuesta, pero no iba a resultar tan sencillo.
¿Las instituciones, de acuerdo?
Quien se engrescó enseguida con el proyecto fue Sport, que el 7 de febrero de 2007 anunciaba que “todas las instituciones implicadas quieren que se aproveche esta obra para reurbanizar toda esa área de Les Corts”. Íbamos avanzando. Ya no era un antojo de Laporta, sino de “todas las instituciones”. Según ‘COM Ràdio’ “la operación implicaría la recalificación y venta de terrenos por valor de unos 400 millones de euros”. Un buen pelotazo, sí señor. “El proyecto implica la demolición del Mini Estadi y el Palau Blaugrana, así como la recalificación y venta de los terrenos del Mini, los campos anexos a esta instalación y de los dos tercios de la parcela de Can Rigalt que aún son propiedad del Barça. La operación del Mini revertiría entre 300 y 350 millones de euros (entre 100.000 y 120.000 metros cuadrados de suelo edificable) y la de Can Rigalt otros 50 millones”.“En total, unos 400 millones, la mitad de los cuales se invertirían en la ampliación de la Tribuna del Camp Nou así como la restauración de toda la fachada del estadio, que ganaría entre diez y quince mil nuevas localidades. Otros 80 millones se destinarían a la construcción del nuevo Palau Blau Grana multiusos con capacidad para diez o doce mil espectadores. El resto, hasta 120, está previsto que se empleen en la reurbanización de la zona así como para reducir la deuda bancaria que actualmente el club valora en 50 millones de euros”. Es decir, en esta ocasión la venta de patrimonio iba a ser venta y no sólo “transformación”, como otras veces. O lo que es lo mismo, esta vez se producía un incumplimiento electoral de manera oficial y sin subterfugios. El propio Laporta lo confirmaba: “Los ingresos por la recalificación de los terrenos del Miniestadi podrán revertir en la financiación de la actividad ordinaria y deportiva”. También era novedad la aceptación pública de que parte del pelotazo se destinaría a reducir la deuda bancaria. Es decir, “transformación" a medias. De cualquier forma, el tiempo y la crisis inmobiliaria demostraron que los sueños de Laporta no dejaban de ser una nueva versión del cuento de la lechera.
Un tribunal nada independiente
Y ahora venía la segunda parte, la adjudicación del proyecto, que sería absolutamente transparente, claro. Como todo. O sea, de acuerdo al significado tan sui generis que Laporta le confiere a la palabra transparencia. El jurado que decidiría la candidatura ganadora estaría formado por cuatro personas: dos miembros de la directiva del FC Barcelona, otro miembro elegido por el Colegio Oficial de Arquitectos de Cataluña y una cuarta persona que actuaría en nombre del Ayuntamiento. En caso de empate, el propio FC Barcelona informaba de que “uno de los representantes designados por el FC Barcelona actuará como presidente del jurado y dispondrá de un voto de calidad”. O lo que es lo mismo, Laporta podría tener la absoluta certeza de que el jurado fallaría lo que él considerara oportuno de acuerdo con sus intereses. El proyecto de Norman Foster, por ejemplo. Más transparente, imposible. La suerte del concurso estaba en manos de Laporta y su tribunal. La suerte estaba echada. Se montaría un concurso de pandereta para legitimar el triunfo de Norman Foster.
Quería alcance internacional
Sobre el concurso, Laporta explicó la voluntad de la directiva de que fuera “público, abierto, modélico, transparente y con un alcance internacional”. Lo de público, abierto, modélico y transparente, corría de su cuenta. El alcance internacional era cosa de Norman Foster. Y Laporta no quedó defraudado. Quería una foto con el ilustre arquitecto que le garantizara la proyección de su imagen en todo el mundo, y la tuvo. El asunto estaba tan poco claro que hasta La Vanguardia le dedicaba un semáforo rojo en su página 2: “Las prisas del presidente del FC Barcelona por recalificar el Miniestadi para construir pisos le están llevando a caer en el mismo error que cometieron sus predecesores al dar una imagen de prepotencia que puede enterrar su plan, como sucedió con los proyectos anteriores".
MAÑANA, PRÓXIMO CAPÍTULO
AMPLIACIÓN: EL INÚTIL PELOTAZO DEL MINIESTADI (II)
El presidente tiene prisa / Política de hechos consumados / ¿Beneficioso para el barrio? / Los vecinos se oponen / No preocupan las pequeñas menudencias / No a la especulación / Estadio 5 estrellas / El Barça no recibe a los vecinos de Les Corts / No toca "fer pais"
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