Factor Cristiano. Soy un fan incondicional del portugués y seguiré a su lado porque me parece que posee un poderío descomunal, pero anoche no fue ni de lejos el futbolista desequilibrante que pugna con Messi por arrebatarle los Balones de Oro y la corona del fútbol mundial. Cristiano tuvo en su mano (mejor dicho, en su pie derecho y en su cabeza) la suerte de este Clásico. Con 1-0 disfrutó de una acción clarísima que desperdició con un remate desviado, cuando a su derecha Di María estaba solo. Y con 1-2 cabeceó mal un balón goloso sin nadie a su alrededor. Era el 2-2 y reabrir la batalla con todo por decidir. Luego llegó el 1-3. Y campana y se acabó. Frustrante, decepcionante, irritante, cargante... Esta hemorragia debe parar ya, aunque sólo sea por respeto a la afición blanca, que fue de nuevo lo mejor en una noche lluviosa, fría y desapacible. En todos los sentidos...
Borbalán. No voy a excusarme con el arbitraje porque el Barça jugó mejor y ya está. Pero para variar el árbitro perdonó a Messi la segunda amarilla al borde del descanso. Sólo un ingenuo se hubiera atrevido a pensar que un súbdito del Villarato iba a atreverse a echar al intocable Leo...
Futuro blanco. No hay que rasgarse las vestiduras porque el Madrid sigue dependiendo de sí mismo para ganar esta Liga y recuperar el crédito extraviado en esta noche de perros. Hay que ganar en Sevilla (salida dificilísima siempre) y acudir al parón navideño con tres puntos de ventaja sobre este Barça que, hay que reconocerlo, sigue siendo un grandísimo rival.
Orgullo vikingo. Hoy más que nunca me acuerdo de los madridistas de Cataluña, que no están solos porque saben que esto no acaba aquí y, además, siguen defendiendo el escudo del club más grande de la Historia. Llevamos cuatro años de barbecho ante el máximo enemigo y hay que admitirlo. Pero el Madrid jamás se rinde y no lo va a hacer ahora. Mourinho mostró el camino con el buen gesto que tuvo con Tito Vilanova. Así se reconstruye el Madrid que todos queremos. Ánimo, amigos