Es la apuesta por la intimidación. Cuando no existen argumentos futbolísticos no queda otro recurso que intimidar al árbitro protestándolo todo. Mourinho y su banquillo, que ya han sufrido numerosas expulsiones por su mal comportamiento y déficit de educación. se pasaron el partido protestándolo todo al árbitro. Es una manera como otra cualquiera de intimidar sabiendo que el colegiado no se va a atrever a expulsarles con los precedentes que ya existen.
Pero los jugadores blancos son el fiel reflejo de lo que es su entrenador. La prueba la hemos tenido en Casillas. Un poste del equipo valenciano en posición absolutamente legal era respondido por el meta de España desentendiéndose de la jugada y levantando el brazo exigiendo un fuera de juego que sólo existió en su imaginación. Es el vivo retrato de lo que es el Real Madrid. En caso de duda, protestar, protestar y protestar. Ante tanta protesta, el árbitro acabará cediendo a sus deseos. Esa parece ser la consigna. Por eso hasta cuando Cristiano Ronaldo tropieza consigo mismo y cae en el área sin que nadie le toque, se queda en el suelo protestando al árbitro... ¿el qué? Él sabrá. Messi, con un partido menos, se le va en la tabla del pichichi y no encuentra otra solución para frenar al blaugrana que hacer teatro en el área. Son las consignas de Mourinho, que dio la sensación que le dijo a Higuaín que buscara el penalti a cualquier precio, quizá por eso se dejó caer en los brazos de un defensor ché exigiendo la pena máxima.
No protestó el Madrid cuando el árbitro le perdonó la tarjeta a Xabi Alonso por una fea acción ante un rival valencianista. Pero sí protestó Arbeloa cuando el colegiado le enseñó la tarjeta amarilla por frenar un contragolpe valencianista propinándole un codazo en la cara a Tino Costa. La acción fue clara, pero, por si acaso, había que protestar. Cualquier contragolpe del Valencia era contestado por los jugadores blancos levantando los brazos exigiendo fuera de juego. Lo de menos era si lo era o no. Había que protestar. Por eso Khedira, cuando desvía voluntariamente la trayectoria del balón con la mano y recibe la correspondiente tarjeta amarilla, protesta la decisión del árbitro. Sí señor. No hay derecho. Este árbitro, Gómez Clos, parece no haberse enterado de que si el que toca el balón con la mano es un jugador del Madrid, no se puede pitar falta.
Y eso que el árbitro estuvo muy comprensivo con los intereses del Real Madrid al no enseñar tarjeta a Ozil por hacer teatro y tirarse en el área. Ante cualquier barullo, Cristiano Ronaldo levantaba el brazo. No lo levantó cuando Di María desde el suelo confirmó que es el rey del cuento y del teatro del malo intentando forzar una tangana haciéndose el muerto. La situación era tan patética que hasta Pepe le atizó a Arbeloa porque éste le dijo que el reloj corría en su contra, que se dejara de chorradas y que no era momento para hacer cuento, eso que tan bien domina el violento central portugués. Pepe quizá es el futbolista blanco más desquiciado por su entrenador, de ahí ese absurdo agarrón a Víctor Ruíz dentro del área en el minuto 92 que, naturalmente el árbitro no vio. Y es que los árbitros no ven nada en el área del Madrid: cero penaltis en contra. El de Pepe ha sido de libro, pero no supone ninguna sorpresa que el árbitro no lo pitara. La noticia hubiera sido que el árbitro lo hubiera visto. Esas cosas quedan para los demás. El Madrid tiene bula.
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