El presidente Pérez suspiraba este verano por La Décima. "Haremos lo posible y lo imposible para conseguirla", dijo. Pues no hay Décima. No han debido hacer lo suficiente. Precisamente por eso, por no ganar la Champions, echaron a Mourinho a gorrazos del Chelsea. El Real Madrid de Mourinho ha ganado un título, la Liga, cierto, pero no ha cumplido los dos objetivos marcados a principio de temporada. Por un lado, conquistar La Décima. Por otro, acabar con la hegemonía del Barça. Ni una cosa ni la otra.
El equipo con el mayor presupuesto del mundo ha vuelto a quedarse en las puertas de la final de una Champions League cuyo formato no parece favorecerle. De hecho, el Madrid se plantó en la semifinal sin encontrarse por el camino a un sólo rival con cara y ojos. Y ante el primero que se encuentra, el Bayern en semifinales, cayó eliminado bajo la responsabilidad directa de un técnico asustado que, jugando en casa, estaba más pendiente de no encajar un gol que de ponerle la cara colorada al portero Neuer a base de goles. El primer objetivo, saldado con fracaso. En los últimos seis años el Barcelona ha ganado tres Champions. Y eso le duele al presidente Pérez, que pasará a la historia como el presidente de la época en la que el Barça se consolidó como el mejor equipo de todos los tiempos.
El otro gran reto ambicionado por el presidente Pérez era acabar con el ciclo del Barça. Para eso, además de ganar la Liga, había que demostrar de forma incontestable la superioridad de un Madrid que debía coger el relevo. ¡Fracaso absoluto! El 2-6 y el 5-0 son fiel reflejo de una superioridad manifiesta del Barcelona sobre el Real Madrid en los últimos años. Para que se produzca un cambio en el propietario de la batuta son necesarias un par de respuestas como esas, pero de color blanco.
Y no sólo no se han producido las goleadas de Mourinho al Barça sino que en los seis enfrentamientos directos entre los dos grandes esta temporada, el saldo es claramente favorable al Barcelona: 3 victorias, 2 empates y 1 derrota. 13 goles a favor por 10 en contra y 11 puntos por 5 del Madrid. Es decir que el madridismo más ciego y talibán pretende construir un cambio de ciclo, un relevo hegemónico, sobre la base de un equipo que ha sido capaz de ganar al campeón una vez sobre seis oportuniaades que el calendario le ha ofrecido. Poco bagaje es.
La realidad es que el Real Madrid no le ha ganado la Liga al Barcelona. El Barcelona venció en el Bernabéu 1-3 y perdió en el Camp Nou por 1-2, lo que quiere decir que el goal average ha sido favorable a los blaugrana. El Real Madrid ha sido campeón de liga porque el Barcelona renunció al título en Cornellá, Pamplona o Getafe y no porque el Madrid mostrara una superioridad manifiesta. Es cierto que el Madrid ha sido el más regular en el torneo de la regularidad. Por eso ha ganado. Pero sin demostrar en ningún momento ser superior al Barcelona en el cuerpo a cuerpo, que es donde los grandes dirimen sus diferencias. Ganar en el Camp Nou ha provocado una explosión de júbilo desbordado en el entorno madridista. Eso mismo, ganar en el Bernabéu, lleva haciéndolo el Barcelona durante muchos años y no precisamente por 1-2. Así se cimenta un cambio de ciclo, con contundencia, con 0-3, con 2-6, con 5-0.
Mourinho ha vuelto a fracasar ante Pep. Ya el pasado año no pudo con él y sólo fue capaz de ganarle una vez, en la prórroga, en los cinco duelos que les enfrentó. Ya ha quemado su segundo año y el Madrid, por resultados, sigue estando por debajo del Barcelona, pero presumiendo de cambio de ciclo. Una vez admitido que el Barça cometió errores en campos en donde no podía ni debía perder, se hace necesario recordar que en esta maravillosa temporada el Real Madrid no ha estado solo y ha contado con la inestimable colaboración de la clase arbitral en momentos decisivos. 12 penaltis a favor y 1 en contra es un reparto que se antoja como mínimo sospechoso. Tanto como el criterio arbitral para decidir lo que es mano dentro del área en función de si es un jugador del Madrid quien comete la infracción o es un rival. Los ejemplos de trato de favor al Real Madrid en la presente Liga son numerosos y escandaosos. Sin ir más lejos, basta con coger el ejemplo del último partido en San Mamés para apreciar como un mismo árbitro puede enjuiciar de manera opuesta la misma infracción, unas manos dentro del área.
El Madrid de Mourinho, el de las vergüenzas, el Madrid de Cristiano, el de "robar, sólo robar", ha necesitado que los árbitros le echaran una mano, o muchas manos, para salirse con la suya. Sin los árbitros nada hubiera sido posible. Y en eso Guardiola tenía razón: Mourinho es "el puto amo". Llorando cuando tocaba, amenazando cuando debía e intimidando cuando era necsario consiguió tener a los árbitros amedrentados y predispuestos a su favor. En eso sí, en eso Mourinho es un auténtico maestro. En ganar por las malas: insultando a un árbitro en un parking, metiéndole el dedo en un ojo a un colega... Todo vale. Hasta presumir de cambio de ciclo sin haberlo demostrado en el campo. De momento el Madrid puede presumir de Liga y el Barça de Supercopa de España (ganando al Madrid), de Supercopa de Europa, de Mundial de Clubs y es posible que también de Copa del Rey (eliminando al Madrid). Sin Champions no hay cambio de ciclo. Y Mourinho lo sabe.
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