De los últimos 25 años, sólo Zidane o Butragueño tuvieron una salida a la altura de lo que fueron. El tiempo pasa para todos y avanza de manera inexorable y aunque parezca que fue ayer cuando aquel imberbe debutaba en San Mamés, ya han pasado 16 años. Una etapa crucial para el fútbol español y para el Real Madrid, que han tenido en Iker, algo más que un portero.
Casillas ha conseguido traspasar la barrera que separa a los grandes jugadores de los mitos, pero su salida del Real Madrid no ha estado a la altura de su figura. Y el de Iker no es un caso aislado. Ya ha pasado en otras ocasiones, la más reciente la de Raúl que tuvo que irse, prácticamente por la puerta de servicio y que no recibió su merecido homenaje hasta dos años después. Ese señorío que tanto alardeamos en nuestro himno queda diluido por las formas que se han aplicado con Iker.
Vergüenza es la palabra que mejor define la situación por la que el club ha sometido a Casillas en las últimas semanas. Como madridista, siento deshonra por una Junta Directiva que no ha estado a la altura de las circunstancias, ante un jugador de corazón blanco, un futbolista humilde que ha transmitido, transmite y transmitirá siempre los valores del Madridismo y que ha sido ejemplo para una generación muy importante de madridistas. Casillas en estos 16 años en el primer equipo, se ha convertido en un icono para muchos niños, que estoy seguro, llorarán cuando lo vean con una camiseta que no es la de su club.
Desde que aquella tarde en San Mamés, Iker siempre ha dado la cara por el escudo del club de su vida y así se lo pagamos, despreciándolo, vilipendiándolo y amargándole sus últimas horas como madridista. La marcha de Iker era una cuestión de tiempo, desde el mismo día que lo crucificaron públicamente en el banquillo de La Rosaleda. Ese el punto de inflexión en la relación entre el Real Madrid e Iker Casillas. Ese día, la afición se dividió y desde entonces nada volvió a ser igual. Al Galáctico de Móstoles, le pasó como a tantas parejas, que tras dejarlo lo intentan, pero la relación ya nunca volvió a ser igual.
Es cierto que en el fútbol la memoria no existe, por eso duele ver la situación que está viviendo Iker en sus últimas horas en el Real Madrid. Duele ver como nadie en el club se acuerda de los 25 años que lleva Casillas defendiendo la camiseta del Real Madrid, primero en los antiguos campos de tierra de la Ciudad Deportiva y posteriormente en los mejores campos de Europa y del Mundo pero, personalmente, me duelen más las formas que el hecho de que se tenga que marchar, por que el tiempo no es eterno y todas las etapas tienen un inicio y un final. Pero lo que más pena me da, es ver la comparación de las salidas de Gerrard del Liverpool o la de Xavi del Barça, que se han marchado de sus equipos con los honores que deben tener los mitos, y que Iker, por desgracia, no ha tenido. Y aunque duela reconocerlo, ahí no hemos estado a la altura.
Dicen que el éxito no es para siempre y el fracaso no es el final, que lo cuenta es el valor de seguir adelante, y ese el paso que tiene que dar Iker en Oporto. Se le abre una nueva época, una etapa desconocida, donde por primera vez llevará un escudo que no es el suyo, pero estoy convencido que él no se arrugará y demostrará a muchos que los Santos, al igual que los mitos, nunca mueren, son eternos.
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