Carlos Muñiz
Gerard Piqué se ha propuesto situar su apellido en el mapa del fútbol mundial a costa del Real Madrid. Sus últimas insinuaciones sobre una supuesta conspiración arbitral contra el FC Barcelona y a favor del Real Madrid le confirman como el bufón de la corte culé por sus salidas de tono que no han hecho más que generar incendios en una plantilla que necesita tranquilidad para afrontar el reto de seguir la estela del Real Madrid.
Los árbitros quieren empurar a Piqué por sus irreverencias. El bufón de la corte culé queda retratado con una actitud que recuerda a la de una veleta, que se mueve en función de por dónde sopla el viento. Piqué ha perdido el rumbo como consecuencia de la rabia que le producen los éxitos del Real Madrid y los fracasos del Barça. Quizá si jugara un poco más y se olvidara de los árbitros las cosas podrían irle mejor al Barcelona. Los 16 segundos que empleó en Villarreal para mirar al palco en pleno partido dan fe del grado de desquiciamiento en el que vive Piqué y del que parece contagiado todo el Barcelona. Sólo debería repasar lo que dijo hace unos años y cumplir con sus consejos.
La prueba de que Piqué ha perdido el oremus es que ni entre los suyos obtiene reconocimiento. Ni Luis Enrique, ni Bartomeu, ni los directivos, ni Gaspart ni sus propios compañeros le secundan.