El Barça puede echar a su entrenador yendo líder porque no juega bien. En Madrid se conforman con jugar a nada mientras los resultados acompañen, aunque no sepan marcar goles.
El Real Madrid es el líder de La Liga. Tiene tres puntos más que el Barça, un Barça en precario que viene de cambiar de entrenador y con serios problemas de identidad. Aún así, el equipo de Setién sigue dependiendo de sí mismo para ser campeón.
El Barça y el Real Madrid son dos conceptos de club muy diferentes. Aunque no la consiga, el Barça busca la excelencia. Y cuando llega se manifiesta en forma de dobletes, tripletes o sextetes que confirman su hegemonía. Y cuando llegan la excelencia y los títulos es gracias a un pacto con la pelota que requiere de buen juego. Y el buen juego en Barcelona pasa por el control del balón y el dominio sobre el adversario. Así se han ganado dobletes, tripletes y sextetes. Así ha sido España dos veces campeona de Europa y del mundo.
En Madrid priva el resultadismo. No es necesario marcar épocas. Tampoco hace falta jugar a nada, como sucede ahora. Basta con ganar la Champions. O La Liga, una competición que sólo es importante cuando la gana el Real Madrid. Lo fundamental es el qué. El cómo es lo de menos. Y si hay que recurrir al patadón se recurre. Nadie exige nivel. Ni exquisiteces. Por eso el Bernabéu vibra con cualquier cosa, con Vinicius, por ejemplo. Y ahí la propaganda tiene un papel fundamental.
El madridismo también vibra con los caños de Hazard en los entrenamientos o con los golazos de Jovic a puerta cerrada. El aparato de propaganda que el Real Madrid tiene a su disposición permite periodos de transición tranquilos, sin sobresaltos. El pasado año tocó nadaplete. Y no pasó nada. Los árbitros favorecían al Barça y ya está, aunque el equipo de Lopetegui-Solari-Zidane acabara a 19 puntos. Dos menos que el anterior, cuando Zidane hincó la rodilla ante Valverde, a 17 puntos, y optó por huir.
El aparato de propaganda es lo que diferencia al Barça del Real Madrid. Valverde puede ganar La Liga con 19 puntos de vantaja sobre el Real Madrid, pero lo único que cuenta es que el Barça perdió en Anfield. Si el Real Madrid gana La Liga este año, aunque no consiga la Champions, habrá fiesta grande en Cibeles. Y nadie se preguntará si el equipo ha jugado bien y ha dado espectáculo. Eso es lo de menos.
El entorno madridista es capaz de encumbrar a la categoría de héroe a un futbolista por agredir a un rival en la final de la Supercopa impidiendo así que el Atlético se proclamara campeón. Eso otra manera de entender el fútbol. No se valoró a Fede Valverde por su juego, sino por el patadón que le dio a Morata impidiéndole batir a Courtois, que estaba vendido. La suya fue una gesta histórica. Como si fuera el Leganés.
El Real Madrid puede ganar la Supercopa, a la que acudió como polizón y sin haber acumulado ningún merecimiento, y nadie le recordará que la logró en los penaltis sin ser capaz de marcar un solo gol ni durante los noventa minutos de juego, ni en la prórroga. El entorno del Barça le hubiera dedicado como mínimo el mismo espacio al detalle goleador que al título en sí.
Pero para la corte de chufleteros al servicio de Florentino lo importante es que el Madrid ganó la Supercopa. Y lo decisivo es que el Madrid es líder en La Liga. ¿Que ese equipo tiene serios problemas para marcarle un gol al lucero del alba? Es igual, ¡Vinicius, Balón de Oro! Y tira p´alante. Es su nivel de autocrítica. Y es que antes que autocriticarse, mejor acusar al Barça de que aburre con su fútbol. Ha marcado doce goles más que el Real Madrid, pero aburre. Los que dan espectáculo del bueno son los que no ven puerta ni a tiros, ni pasándose la pelota ni llegando al área con tres pases.
El nivel de autoexigencia del Barça tiene otros parámetros. Por eso en el Barça es posible echar a un entrenador porque se entiende que el equipo no juega suficientemente bien. Y lo menos importante es que vaya líder. Porque en el Barça, a diferencia del Real Madrid, la gente quiere reconocer a su equipo por su manera de jugar. Y eso no ocurría. En Madrid, en cambio, tiene que acudir el virtuoso Casemiro al rescate de los goles y todo el mundo es feliz. Y Zidane un fenómeno.
Nadie se cuestiona por qué diantres se han pagado 60 millones por Jovic, ni por qué Hazard lleva más semanas de baja que Dembéle. Tampoco se cuestionaron por qué Florentino dejó escapar a Cristiano Ronaldo por diez veces menos del precio de su cláusula y respondió fichando a Mariano. Luego llegó el nadaplete. ¿Y qué? Allí nadie se queja. Todo está bien. Y si los goles no llegan en el campo, se narran los golazos de los entrenamientos y todos a Cibeles.
Barça y Real Madrid, a nivel de autocrítica, son el día y la noche. Ahí gana Florentino Pérez por goleada, sus pelotaris palmeros del entorno mediático sintonizan su onda mucho mejor que la prensa canallesca del Barça con Bartomeu.
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