Messi exige a Bartomeu un golpe de efecto que devuelva la ilusión a la plantilla de cara a la Champions League, que se resiste a dar por perdida.
Leo Messi no se resigna a perder el año. Fue muy duro en su crítica tras la derrota ante Osasuna. De momento, perdida La Liga, no quiere permitir que Karim Benzema le arrebate el título de pichichi. Para ello deberá intentar marcar en Vitoria en la última jornada.
Pero Messi aspira a algo más que a revalidar el pichichi. Quiere cerrar el año con un título importante. Y aún está a tiempo. El ocho de agosto se reanuda la Champions League con el partido de vuelta de los octavos de final ante el Nápoles en el Camp Nou, en el que hay que defender el empate a uno cosechado en el partido de ida en el San Paolo.
Messi es consciente de que en la actual dinámica perdedora en la que está inmerso el equipo es prácticamente imposible soñar con ganar La Séptima. Él mismo lo reflejó anoche: "si no podemos vencer a Osasuna es señal de que el Nápoles puede venir aquí y ganar".
Es evidente que no existe armonía entre la plantilla y el cuerpo técnico. El problema es más Eder Sarabia, el ayudante, que el propio entrenador, Quique Setién. Pero lo cierto es que a Messi no le convencen los métodos de Setién y mucho menos los resultados.
Messi ha reconocido a sus intimos que este equipo necesita un revulsivo y eso pasa por un relevo en el banquillo para afrontar con garantías la Champions League. Sería la manera de recuperar la moral y la ilusión. El técnico que quiere ver Messi sentado en el banquillo de Setién es Xavi Hernández, aunque esta opción es prácticamente imposible a corto plazo porque Xavi no está dispuesto a coger el equipo en estas circunstancias.
Pero Messi pretende de la directiva que al menos consiga su compromiso de iniciar la próxima temporada. Eso sería suficiente para cambiar la actitud de la plantilla.
Y el segundo punto vital e innegociable para Messi es el regreso de Neymar. Bartomeu defraudó a su estrella el verano pasado. Messi pidió a Neymar y le trajeron a Griezmann, un futbolista que no casa con su estilo de juego. Messi exige a Neymar porque el Barça necesita de nuevos referentes capaces de tirar del equipo cuando a él no le salen las cosas. Repartiendo la responsabilidad de liderazgo más fácil le será a Messi brillar. todo ello unido a su capacidad de entendimiento y a su amistad fuera de los terrenos de juego, convierten a Neymar en imprescindible para Messi.
A Bartomeu le queda un año de mandato y está en manos de Messi. O le hace feliz o el último año puede acortarse con una dimisión que ponga en marcha la maquinaria electoral. De los movimientos que haga Bartomeu en las próximas horas depende su futuro. Tiene que eliminar a Setién y conseguir del PSG el permiso para que deje volver a Neymar. Para eso contará con Griezmann y Dembélé como moneda de cambio. Los regalará si es preciso.
Lo que está claro es que lo que el Barça no tiene ahora es dinero para contentar las exigencias de Messi.
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