El Barça está en donde lo merece la caótica gestión de su presidente.
La situación del FC Barcelona es dramática. Económicamente la deuda asciende a 1.350 millones de euros, y deportivamente el club no funciona. Joan Laporta fue elegido presidente porque transmitió un mensaje de ilusión, convenciendo al electorado de que él sabría y podria sacar al club del atolladero. Sin embargo, no sólo no ha aplicado sentido común en sus decisiones, sino que su gestión está empeorando aún más la herencia envenenada que recibió.
Dijo que cuando entró en el Barça no había ni para pagar las nóminas. Sin embargo, los recursos del club han servido para financiar la purga que ha puesto en marcha en los despachos para colocar a los suyos. Entre ellos su hermana Maite Laporta o su prima Marta Segú i Estruch o a la mujer de su amiguísimo Sala y Martín, Silvia Tremoleda, a las que ha puesto a sueldo en el club ignorando el redactado de los estatutos, que exigen un código ético al presidente. Le bastó añadir al texto que impedía la contratación de personas con vínculo familiar directo la coletilla "a no ser que demuestren su eficacia profesional". Y en eso estamos. Estatutos a la carta.
Y saltaron, con la correspondiente indemnización, el director general, Óscar Grau; Albert Soler, como responsable del área de Deportes Profesionales y Relaciones Institucionales; Roman Gómez Ponti, como responsable de los servicios jurídicos del club. Tras ellos, Jaume Masferrer, Xavier Martín, Jordi Joly, Juanjo Castillo, guillermo Amor, María Vallés, Alex García, Xavier Garcia de las Moras, Pancho Schroeder, Joan Carles Raventós, William T. Manarelli, Guillem Graell, Patrick Kluivert, Roura, Altimira, al margen de cambios radicales en el fútbol base y dirección y plantillas de las secciones deportivas, entre las que destaca el cese del entrenador de balonmano por ganar las seis competiciones en las que participó la pasada temporada sin perder un solo partido.
Viene esto a cuento de los lamentos de Laporta porque el club está al borde de la ruina. Para pagar indemnizaciones y colocar a los suyos no ha tenido ningún problema. Tampoco para utilizar la visa del club en los mejores restaurantes de Barcelona invitando, entre otros, a Florentino Pérez al Botafumeiro.
Luego ha resultado que no hay dinero. Juró que él era el único candidato que podía convencer a Messi para que siguiera. Dijo que le convencería en un asado. Y le convenció sin asado. Pero luego le echó. Y hasta Jaume Roures asegura que no era un problema de dinero, que Laporta ya había decidido cargárselo.
Donde no ha gastado nada es en reforzar el equipo. O adquisiciones con la carta de libertad o cesiones, no hay más. Así ha pretendido construir un equipo competitivo. Y el resultado salta a la vista: dificultades para vencer a rivales como el Getafe en LaLiga y sonoro fracaso ante el Bayern. No por la derrota, sino por la imagen que dio el equipo sin llegar a competir en ningún momento y sin disparar una sola vez a puerta.
Y ahora toca apuntar y disparar contra el entrenador. Como bien dijo Lluís Carrasco, uno de sus peones útiles en las redes sociales, Koeman se ha autodestruido. Es un cadaver andante en el Camp Nou. Laporta no sintoniza con él y ya está preparado para colocar en su lugar al hijo de su amigo Cruyff. Y así cree que se resolverán todos los problemas del Barça. Este equipo no funciona, y no es por falta de calidad. La del Barça no es una plantilla poderosa y ganadora, pero tiene calidad de sobra para vender más caras sus derrotas. Aunque para eso hace falta unidad, que todos remen en la misma dirección. Y los jugadores no ven al presidente no le ven en su barco.
Sus cuestionamientos públicos al entrenador, hasta el extremo de llegar a sugerirle públicamente el sistema de juego y los jugadores que tiene que alinear, han debilitado al técnico. Y en un vestuario como el del Barça, cuando los futbolistas ven débil a su entrenador pasan directamente de él a la espera del cese. Johan Cruyff triunfó porque su presidente confió en él y le dio todo el poder. Lo mismo sucedió con Pep Guardiola. Laporta estaba tan desesperado después de que la moción de censura contra él concluyera que el 60% de los socios querían verle fuera del Barça, que optó por jugárselo todo a la carta Guardiola. Y le salió bien. Porque Guardiola mandaba. Y los jugadores saben cuándo su entrenador tiene poder y cuándo es un simple títere al servicio del presidente.
Laporta presume de gestionar el club bajo los principios fundamentales del cruyffismo. Nada más lejos de los principios de Johan Cruyff que ningunear públicamente al entrenador, nada más lejos de Cruyff que el presidente entre en el vestuario, nada más lejos de Cruyff que el presidente quiera hacer las alineaciones ante los periodistas.
Joan Laporta está atado de pies y manos por sus avaladores, a pesar de jurar durante las elecciones que el aval lo pagarían mancomunadamente sus directivos. A la hora de la verdad gobiernan el club personajes que no fueron votados por los socios. Y Laporta obedece, como obedece a Florentino Pérez con la Superliga o lo que sea sin que el Barça haya visto hasta ahora beneficio alguno por su vasallaje al presidente del Real Madrid.
No se ha visto hasta ahora ninguna medida que permita pensar que la gestión de Laporta vaya a salvar la delicada situación económica. Nada permite pensar que el equipo salve desde el césped la crisis institucional del club. Cierto que Bartomeu fichó mal, pero no fue él quien trajo al Barça a Ibrahimovic, a Chygrynskyi, a Hleb, a Keirrison, a Henrique, a Cáceres, a Rustu, ni a... Todos se equivocan. De lo que no habla Laporta es de que en la mochila heredada se ha encontrado a Ansu Fati, Pedri, Mingueza y los nuevos talentos emergentes Gavi y Nico González. También a Ilaix, al que no supo seducir y le echó del club. Con los chavales de casa más Memphis, Dembélé, De Jong, Piqué, Araujo y Ter Stegen, el Barça tiene mimbres suficientes como para no hacer el ridículo en Europa nunca más.
Como bien dijo anoche Piqué, el Chelsea no tenía ningún crack de relumbrón y ganó la Champions sin ser favorito. Y es que el Chelsea, como los anteriores campeones, Bayern y Liverpool, vive de su equipo y no de las estrellas.
No hace falta prometer, como hizo en las elecciones, que ficharía a Neymar, Mbappé y Haaland para acompañar a Messi. Con mucho menos se pueden ganar títulos... si todos reman en la misma dirección. También el presidente, que empieza a acostumbrarse a conjugar el verbo perder: en tres días, tres castañazos en fútbol, baloncesto y hockey sobre patines.
Ahora mismo Laporta no tiene más objetivo que liberar el aval de 124 millones, porque así se lo exigen sus avalistas. Lo demás, el 0-3 ante el Bayern incluido, no son más que daños colaterales. Ahora, para vender humo y distraer atenciones, ha filtrado que el club destinará 60 millones en el mercado de invierno para fichar. ¡A buenas horas! Suena a descontrol, después de renunciar a 200 millones del Barça Corporate y al crédito de CVC ofrecido por LaLiga de 270 millones a interés cero, Laporta lo ha fiado todo a la gran mentira de los millones de la Superliga con el que le ha camelado Florentino Pérez, una Superliga que ha nacido muerta y de la que depende el Barça.
Laporta ha conducido al club al abismo.
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